jueves, 29 de abril de 2010

En defensa de los siete de Madrid

EL RAPTO 

Observatorio del sonambulismo contemporáneo

En defensa de los Siete de Madrid

El día 10 de diciembre del año pasado siete jóvenes han sido detenidos, apaleados y después encarcelados en Madrid, por levantarse airadamente contra el asesinato de otro joven, Alexandros Grigoropoulos, a manos de la policía en Atenas. Han sido proscritos además por celebrar la respuesta espontánea e inmediata del pueblo griego a un estado de crisis que, como a otros pueblos, se nos inyecta mundialmente como terror pánico, como parálisis permanente. Aprovechando los incidentes que se produjeron al final de la manifestación en protesta por la muerte de Alexis, en cuyo origen no es descartable una provocación policial, los actos de estos jóvenes, aún más legítimos si cabe en una situación social al borde de la quiebra total, han sido enjuiciados con la desproporción propia de un Estado totalitario, con desprecio absoluto de los derechos que asisten a cualquiera que no consienta en dejarse arrastrar por sus dinámicas bárbaras. ¿O es que acaso es comparable la destrucción entera del planeta, de la convivencia humana que lleva a cabo el Imperio mundial con la furia justificada de unas personas a las que, en los inicios mismos de su juventud, se les comienza a arrebatar su hambre de vida, aún más, a los que se les quita, literalmente, la vida?

Así que ahí tenemos a esta nueva encarnación de Juggernaut aplastando entre sus ruedas a todas las criaturas del mundo, cuanto más indefensas más encarnizadamente, cuanto más tiernas mejor, para que el sonido de sus huesos se amplifique y expulse su savia joven y cunda el ejemplo. 

La dominación, lo estamos comprobando cada vez con más nitidez, no se va a parar en su embestida contra todo lo que tenga que ver con la más elemental contestación a su brutalidad. Por otro lado, a nadie debería escapar que la estratagema del sistema dictocrático comienza por demonizar y aislar a los grupos humanos acaso más conscientes de esta situación -o simplemente más hartos de tragar el veneno de los dueños- que deciden poner remedio lícito y legítimo a su barbarie. Y si la contestación viene de la juventud, su ensañamiento va a ser mayor, quizás porque tiene menos que perder, y su domesticación es todavía incompleta y superficial, cuando esa juventud es verdaderamente joven y se atreve a romper con su rol de consumidor privilegiado y de cobaya ciega de la modernización tecnológica para entrar en la Netra incógnita de la negación y de la revuelta, allí donde se esconden los pasos perdidos y las razones ardientes que podrían estremecer también al resto de la sociedad. Las consecuencias de tal insumisión no se hacen esperar, y ahí tenemos las pruebas de lo que les sucedió en noviembre de 2008 a Julien Coupat y sus camaradas de Tarnac en Francia, y de lo que les está sucediendo hoy a los compañeros que se manifestaron en Madrid con el dolor y la furia de una dignidad humillada ante un hecho intolerable como el asesinato de un semejante. Es evidente que la dominación no puede permitirse que el caudal de entusiasmo que arrastra esta juventud pueda hacer que se desborde la corriente de un río encauzado, que con la insolencia de su edad, con sus sueños bien despiertos, con su ignorancia absoluta de lo que significa la resignación, con sus actitudes emancipadoras, logren romper también el otro rol de recambio de “violentos antisistema” que ese sistema de violencia institucionalizada les había reservado, reafirmando así una posibilidad de transformación de los comportamientos aceptados que el mundo podría recibir como un regalo largamente anhelado. ¿No es lo que ha sucedido en Atenas? ¿Acaso era esto lo que la dominación temía que pasara en Madrid, y por eso ha reaccionado con la desproporción del gigante que se molesta en aplastar una hormiga? ¿Tan asustada está, tan bien conoce el cataclismo que nos está devorando que pretende inocular terror en los rebeldes, y en los que podrían serlo a poco que la revuelta se inflamara, para vacunar su podredumbre convirtiéndola así en agonía terminal, en coma asistido pero perpetuo?

Ante esta ceremonia de lo insaciable, el poder responde restituyéndose el papel de Moloch que nunca había abandonado, y devora a toda criatura verdaderamente viviente. ¿Y cómo lleva a cabo hoy el monstruo semejante acto antropófago? Sin duda, mediante la articulación de una novolengua todopoderosa que silencia las palabras de los insaciados. Porque en nuestra época no sólo cuenta la fuerz desnuda y el puño de hierro: la dominación se siente más segura en tanto que ha sido capaz de articular un discurso que modifica al instante todo discurso que considere adversario. Para ello, no cabe duda, se ha armado de inteligencia, es decir, ha constituido su propia
intelligentsia, perfeccionando su capacidad de enunciación gracias a la adhesión inquebrantable de sus medios de comunicación, propagando la sedación del pensamiento y de lo sensible hasta convencerse de que su barbarie carecerá de punición alguna. Y en efecto, parecería que esta apropiación de las palabras repercutiera indiscriminada y opresivamente sobre las palabras elementales de la protesta, cualesquiera que sean en la actualidad las distintas intensidades que esta libere; que la onda expansiva sorda y suave de este lenguaje invertido tendiera a aniquilar toda respuesta que se le oponga, anegándola en el ruido mediático que pone en circulación, atronando por todos sus altavoces con las consignas de “terrorismo”, “violentos”, “antisistema”, “alarma social”; que las palabras libres de unas personas libres pronunciadas libremente, fueran inmediatamente cercenadas de raíz con su propia muerte o mediante el encarcelamiento. El resultado revierte en el derecho, inherente a todo ser humano, a responder con toda la dignidad que le asiste en contra de un estado de cosas que le cose los labios. Dentro de esta dignidad se inscribe la rabia y la desesperación incontenibles que suscitan los hechos concretos, sean estos el asesinato por la policía de un joven manifestante en Atenas, el acoso y derribo de una vida comunal (esto es, también, la okupación), la resistencia ante la peste abominable que encarna un Tren de Alta Velocidad, o el apoyo a la vez instintivo y consciente que generan otros hechos y otras causas de igual o parecida naturaleza, semillas de motín que la descomposición económica y la implosión política van a poner cada vez más y con mayor virulencia a la orden del día.

Estamos obligados, por ello mismo, a desactivar ese discurso totalitario de una forma desproporcionada porque desproporcionada es nuestra inferioridad. Tenemos el deber de generar, en la medida en que seamos capaces, un lenguaje de la libertad que libere toda las infecciones críticas e imaginativas que se cuelen por las grietas que todavía existen; un lenguaje que se caracterice por ser poseedor de una potencia, a ser posible inédita, no sólo de resistencia sino de enunciación, y en este sentido nos gustaría recordar que la revuelta es también un lenguaje, quizás el más terrible y elocuente porque su sentido es irreductible en última instancia a cualquier explicación, pero su mensaje no deja indiferente a nadie y a todos transforma. Pero no podemos esperar a que la revuelta aúlle y se desgarre mientras que nuestras bocas callan cosidas por la prudencia y la apatía. Porque el Estado arroja la piedra, los medios de comunicación retransmiten su parábola hasta que cae en el pantano social, pero después pasan los días y las cámaras eligen otra presa y ninguna mirada sigue a las ondas que ha levantado esa piedra, ni su movimiento doloroso hasta que encallan y desaparecen en las aguas heladas de la separación, el aislamiento y el olvido. Y sin embargo, nosotros tampoco olvidamos: si bien es verdad que el día 22 de diciembre los siete de Madrid fueron puestos en libertad, no lo es menos que esa libertad no es sino provisional, que el proceso judicial sigue abierto, que se enfrentan a altas condenas de prisión, y que, por lo tanto, la vida de estos jóvenes corre el peligro de ser truncada en su misma floración. Porque el proceso judicial es global, y no se parará en este caso concreto: extenderá su imperialismo en contra de todos los rebeldes en cualquier lugar y en cualquier momento, pues la libertad puede abusivamente lesionarse, incluso escindirse, pero la seguridad es inviolable.

Por estas razones, no sólo exigimos la liberación incondicional de los injustamente represaliados, no sólo nos solidarizamos con su lucha, sino que nos gustaría declarar que si los siete de Madrid son adolescentes inadaptados y marginales, nosotros también lo somos, porque de ninguna manera vamos a aceptar que se intente separarles de nosotros insistiendo en su juventud y en su pasión como si se trataran de una enfermedad o un estigma que debería repelernos, haciendo incomprensibles y ajenos a nuestra propia experiencia la explotación que sufren, la rebeldía que les atraviesa, los deseos que alientan, cuando son los mismos que nos atormentan; y si ellos son antisistema, nosotros también lo somos, porque son este sistema, esta economía y esta cosa que la publicidad llama vida cuando es supervivencia, los que anteponen el planeta entero a sus intereses, los que clausuran la existencia con muros y pantallas en las antípodas de lo vivible, los que se encarnizan en destruir sistemáticamente todas las condiciones materiales y humanas para que nada resurja de las cenizas de su infierno industrial; y si ellos crean alarma social, nosotros también queremos crearla y la crearemos, porque no podemos tolerar ni justificar un orden social suicida que sólo se alarma ante los gritos de los que avisan del naufragio, y buscan aun a tientas los medios de evitarlo; y, en fin, si ellos son acusados de terroristas y violentos, nosotros tampoco, porque son la violencia entre los hombres y el terror contra el mundo que monopoliza el Estado y produce la economía, los que pretenden y pretendemos abolir de una vez para siempre en este verdadero apocalipsis que ya se nos ha venido encima y que es también nuestra última oportunidad.

Porque hay una guerra entre la vida que podríamos vivir y la muerte que vivimos, y el que se resista a aceptarlo o a participar en ella ya la ha perdido de antemano.

COLECTIVO EDITORIAL AVERÍA
GRUPO ANARQUISTA STAR
COLECTIVO LA FELGUERA
GRUPO SURREALISTA DE MADRID
COLECTIVO LIBERTARIO AL MARGEN

Este texto será próximamente publicado de forma independiente en apoyo de los detenidos. Para ello, todos los colectivos e individualidades que compartan la defensa de los siete de Madrid, y todo lo que esto implica, pueden dirigirse al siguiente correo: endefensadelossietedemadrid@gmail.com

Edita: Grupo surrealista de Madrid
C/ Amparo 22 1ºd. 28012 Madrid.

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